El dios Al-Muzzer caminó sobre el agua, cruzó el lago y luego acariciando el rostro de Armored, le pidió que le entregase a Dalila.
–Años cuidando de la bella Dalila, la más bella del cosmos. Deseo que me la entregues, pues ella está destinada a ser la diosa del Inframundo… a mi lado- le dijo Al-Muzzer en un susurro y con una oscura mirada a la frágil guardiana.
Armored apartó la mano del dios de su rostro.
–Así que te niegas– le dijo él –sin siquiera preguntar por qué te conviene ayudarme. Recuerda que yo soy quien decide quién debe morir y cuándo debe hacerlo. Tú eres inmortal, pero sabes muy bien como mueren los dioses y sus guardianes. Entrégame a Dalila y cuando mueras en la ascensión a la cual Dalila no llegará, yo te devolveré la vida-.
Armored, que por su rango, no tenía permitido mirarlo a los ojos, acarició el pecho del dios, mientras jugueteaba con uno de los collares que éste tenía, pronto su otra mano tomó forma de un filoso cuchillo hecho de hueso, amenazando con cortar el cuello de Al-Muzzer.
–Moriré antes de ver fracasada mi misión de guardiana- dijo Armored al dios, amenazándolo con cortar su cabeza, con su ahora brazo en forma de cuchillo.
El oscuro ser se rió sarcásticamente de ella; la guardaespaldas de la princesa lo atacó, pero sólo alcanzó a rasguñar su cuello, pues el cuerpo del dios tomó forma de cenizas que cayeron sobre el lago.
Armored dio unos pasos hacia atrás, y chocó de espaldas con él, que nuevamente se había materializado.
–¿Acaso no te has dado cuenta? Ya fracasaste en tu misión, el carro de Lamuria vendrá en pocas horas a buscarlas, y… ¿qué encontrarán? ¡a un tercer inmortal! y entonces… ¿qué?... ah sí, tú serás decapitada- le dijo Al-Muzzer a Armored, quien tenía una cara que expresaba que no entendía que había ocurrido entre Dalila y Lycaon.